Cuando se analiza a los países
que forman parte del grupo de los BRICS, se suele enfocar la discusión en las
características que los consolidan como protagonistas de este nuevo escenario
de multipolaridad frente a la crisis de
las potencias centrales. Extensión territorial, densidad poblacional o niveles
de crecimiento macro económicos, ya sea en el PBI o el comercio internacional.
La multipolaridad amplia el
escenario de discusión mundial. De esta manera, Rusia y China pueden impedir
las intentonas militares de la Casa Blanca en el Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas y lograr un histórico dialogo con la República Islámica de Irán
sobre el Programa Nuclear a través del Ginebra 2, donde también se discute la
situación en Siria.
En este contexto emergen los
países del BRICS, integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Estas
economías regionales concentran grandes dimensiones territoriales e congregan
una porción enorme de habitantes, siendo el 40 por ciento de la población total
del planeta y, según distintos indicadores internacionales, para antes de 2050
su producción sea el equivalente al 50% del producto bruto del mundo.
Además, los países del BRIC,
especialmente Rusia y China, construyeron importantes lazos con el eje sur-sur
del mundo a través de la alianza geo-estratégica con los países del eje de la
resistencia en Medio Oriente, especialmente con Irán y Siria, y las relaciones
comerciales (Hidrocarburos, transporte y alimentos) y militares, mediante el
acuerdo entre Venezuela y Rusia en 2010, en las narices del pentágono. Este
vínculo estrecho con los países del BRICS pone nervioso a Estados Unidos en la
disputa por mantener la hegemonía mundial.
La multipolaridad es un hecho
positivo de este tiempo histórico. Por un lado, en términos económicos, pone sobre
la agenda mundial un nuevo esquema de acumulación de capital, y por el otro,
desde lo político instala discusiones que antes eran filtradas por los centros
de poder, tales como, el espionaje.
De todas formas, vale la pena
mencionar, que los BRICS tienen que poder trasladar ese rol estratégico en el
nuevo orden económico mundial, hacia adentro de sus naciones. Los altos niveles
de crecimientos de estos países no son compatibles con la enorme porción de
pobres y excluidos que aún son víctimas de un sistema económico injusto.
Brasil, el más conocido de los
países del BRICS para nosotros los sudamericanos, desde la asunción de Luis
Ignacio Lula Da Silva en el año 2002, experimentó un ascenso en índices de
inclusión de los sectores populares a servicios esenciales. Paralelamente, se
fue consolidando como potencia económica regional, teniendo a la burguesía palista como la octava
potencia económica mundial. Esta política llevo a Lula a la re-elección en el 2006
y a la victoria de Dilma Rousseff, ex Jefa de Gabinete de Lula, a la
presidencia en 2010. El PT había logrado la confluencia entre, políticas
sociales para los más postergados y políticas económicas, algunas de ellas
rozando la ortodoxia, para lograr la intervención en el comercio mundial
logrando asi, la supremacía dentro del bloque sudamericano. Mientras la
burguesía de San Pablo, arreglaba condiciones económicas con las potencias
centrales, Lula construía lazos con los países petroleros del Norte de África y
llevaba a cabo la política sur-sur junto con Hugo Chávez en Venezuela y Néstor
y Cristina Kirchner en Argentina.
Transitando el final del mandato
de Dilma, y con la Copa del Mundo en el horizonte, los problemas internos
comenzaron a salir a la luz. Desde mediados del año pasado, Brasil vive una
conflictividad social que desde hace mucho tiempo no se vivía. Al punto de que
todas las Centrales Sindicales coincidieron en un paro para pedir una serie de
reformas al gobierno. Concretamente lo que emergen son mayores demandas. Luego
de años de ascenso social, los reclamos por un mejor funcionamiento de lo
público son parte de un agenda social en Brasil que merecen la atención plena
del PT. Salud, Transporte público,
educación, inseguridad y mejores condiciones de trabajo reflejan que las manifestaciones
debieran ser un llamado de atención para un gobierno que supo interpretar las
demandas sociales de su Pueblo y que, frente a las próximas elecciones, es
necesario poder abordar las nuevas. Dinámica lógica de un proceso que lleva
doce años en el poder.
Rusia, es un jugador clave en el
nuevo mapa mundial. Se puede decir que es el que más tensiones tiene con
Estados Unidos. Por un lado, la relación del país gobernado por Putin con Siria
y el eje de la resistencia, y el rol en el conflicto en Ucrania, genera que las
relaciones con Estados Unidos caminen al borde del abismo. En ambos casos
mencionados, Estados Unidos pretende intervenir militarmente (con aliados de la
zona) para condicionar el sistema de relaciones ruso y obstaculizar los
acuerdos comerciales que mantiene con esos países a través de la
comercialización de gas. En el caso de Europa del Este, Ucrania es el primer
importador de gas ruso y en Siria, existe un gasoducto con sede Homs que
conecta a medio oriente con el mundo occidental en el cual, Rusia, es el
accionista más interesado. No obstante, este interesante posicionamiento
internacional, puede chocar con las políticas restrictivas a las libertades
individuales (con los homosexuales, por ejemplo) y el desafío de resolver el
problema de la pauperización laboral donde millones de trabajadores se
encuentran en condiciones de precarización.
Por otro lado, se encuentra
China, uno de los países más poderosos del mundo. El gigante asiático disputa
la hegemonía mundial sin confrontación directa con Estados Unidos. Se trata de
posicionamientos comerciales, en donde China logra avanzar sin siquiera poner
en riesgo relación diplomática alguna. El avance de China se expresa en el
terreno ganado en la comercialización con el sudeste asiático, África y América
Latina. Hoy, es el primer consumidor de alimentos, principal recurso de nuestra
región, y el segundo comprados de petróleo, después de Estados Unidos. También,
tienen participación china los acuerdos comerciales destinados a las obras,
trenes y acuerdos militares. China y Rusia vienen creciendo en su estructura
militar, situación que incomoda a la Casa Blanca. Según cifras del FMI, en el
2015, China ocupará el primer lugar en el podio mundial, desplazando a Estados
Unidos. Asimismo, los conflictos internos deberán ser atendidos por el gobierno
chino. La enorme densidad poblacional, genera, como en Rusia e India, niveles
de pauperización laboral enorme. La apertura económica genera incertidumbre
respecto a la situación habitacional, dado que los chinos ya no son dueños de
los terrenos sino que el Estado ahora permita inversión extranjera directa,
tanto en la tierra como en los servicios.
Por último, aparece Sudáfrica, el
más reciente de los países del BRICS. El país africano ingresó en el 2011 debido
al paulatino crecimiento de su economía basada en la minería, la industria y una
bolsa de valores que se sitúa entre las primeras del mundo (la primera de África). La economía sudafricana
acapara el 25% del PIB africano. Sin embargo el crecimiento no ha sido
suficiente para acabar con la alta tasa de desempleo. Arrastra problemas
históricos. Es un país donde la riqueza la concentra la minoría blanca y las
mayorías populares negras viven en condiciones de pobreza con trabajos que
rozan la explotación. EL conflicto más reciente es el de los trabajadores
mineros que pusieron en jaque al mismo gobierno.
Queda demostrado que para crecer
y posicionarse mundialmente, también es necesario el camino al pleno empleo y
la justicia social. Por eso, la importancia estratégica del nuevo orden, no
solo puede medirse en variables macro económicas sino que debe interpretar las
demandas de sus pueblos y la de los bloques regionales para instalar en la discusión la agenda social
de cada proceso interno. Aquella, que busca terminar con las injusticias. En
esta línea, se encuadra la relación con el bloque sudamericano, desde la
posibilidad que nace para los Pueblos del sur a partir de la crisis de los
centros de poder. Históricamente siempre que existieron estas crisis se
convirtieron en oportunidades para que los pueblos oprimidos del mundo logren
ganar mayores grados de autonomía. El crecimiento económico para una justa
distribución de la riqueza para que la multipolaridad no solo sea una mera
cuestión comercial.
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