La ciencia económica muchas veces abusa de la estadística y pretende explicarlo todo con cifras y gráficos. Lógicamente esto no es recomendable, como tampoco lo es desconocer la utilidad de contar con información cuantitativa al momento de evaluar el desempeño económico de un país. La historia es la misma de siempre: debemos tratar, en lo posible, de evitar los extremos. Habiendo dicho esto, es interesante repasar algunos datos de la economía brasilera de cara al próximo ballotage presidencial.
Pasado
Brasil, como gran parte de Latinoamérica, atravesó un período neoliberal que duró aproximadamente diez años. Bajo la presidencia de Fernando Henrique Cardoso (electo en 1994 y reelecto en 1998) se logró controlar la inflación gracias al Plan Real, pero a un costo muy elevado: las tasas de interés real pagadas por la deuda pública brasilera se ubicaron entre las más altas a nivel global, lo cual se tradujo en un crecimiento exponencial de la misma, llegando en 2002 (último año de Cardoso en Planalto) a representar el 61,9% del PIB . Al mismo tiempo, la precarización laboral impulsada durante la administración Cardoso se tradujo en un incremento en el desempleo y la informalidad, y éstos en marginalidad, miseria, exclusión, violencia y narcotráfico. Ante la ausencia del Estado, la distribución de la riqueza se hizo cada vez más desigual y las capas inferiores de la clase media tendieron a proletarizarse. La falta de lugares de socialización, junto con la postura conservadora de la Iglesia Católica (que en ese entonces atacaba duramente la Teología de la Liberación), ayudaron a que amplios sectores de la población buscaran refugio en las sectas evangélicas que intentaron mostrarse como una alternativa al narcotráfico para la juventud; además de funcionar como núcleo comunitario y solidario ante la mencionada ausencia del Estado. Con este panorama se encontraba el presidente Lula al asumir su primer período como presidente el 1 de enero de 2003. Utilizando la información disponible a través de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) veremos la evolución de algunos indicadores en dos momentos: al comenzar el período del Partido de los Trabajadores (PT) en la presidencia de Brasil y al momento más recientemente relevado, es decir: 2002 y 2012/3 (según la disponibilidad de datos) respectivamente. Sin duda sería mucho más enriquecedor poder observar la evolución de los datos en una mayor cantidad de momentos, pero por la naturaleza y extensión de este artículo me veo obligado a analizar los años anteriormente mencionados.
Indicadores demográficos y sociales
El primer dato a observar es la población total, que creció un 11,5% en el período observado pasando de 179M a casi 200M. Por su parte, el desempleo cayó de un 11,7% a un 5,4% cifra que se ubica por debajo del promedio de la región (6,3%). En este punto es importante señalar la disminución de la brecha que existe entre hombres y mujeres: de un 9,9% y 13,9% de desocupados en 2002 a un 4,4% y 6,5% en 2013, respectivamente. En lo que respecta al salario mínimo real (tomando un índice anual medio, 2000=100) en 2002 dicho valor era de 114,3 mientras que en 2013 había trepado a 202,7; es decir un incremento del 77,3%. La sumatoria interanual (diciembre a diciembre) del Índice de Precios al Consumidor del mismo período arroja un resultado acumulado del 57,5%. Por su parte, el gasto público en educación medido como porcentaje del PIB pasó del 3,9% en 2002 al 5,9% en 2010; mientras que el promedio de años de estudio de la población de 15 a 24 años aumentó de 7,7 a 9,0. En lo que respecta a los servicios básicos, el porcentaje de hogares con desagüe pasó del 55,1% al 66,1% del total, mientras que aquellos con agua pasaron del 84,3% al 90,4% en el mismo período (2002-2012). En materia de salud, el gasto público medido como porcentaje del PIB pasó de un 7,2% inicial a un 9,3% en 2013. Una de las principales políticas del PT (la Guerra contra la Pobreza) parece haber dado resultado: la pobreza se redujo del 37,8% al 18,6%, mientras que la indigencia pasó de un 12,6% a un 5,4% de la población. Finalmente, en la distribución del ingreso medida por el Índice de concentración de Gini (en donde 0 es representa la perfecta igualdad y 1 la perfecta desigualdad) Brasil ha logrado pasar de un 0,634 a un 0,567.
Indicadores Económicos.
El PIB anual a precios corrientes (expresado en millones de dólares) pasó de us$506.041 a us$2.261.555, es decir, se incrementó en un 347%. Por su parte el PIB por habitante a precios corrientes (expresado en dólares) que era de us$2.821,4 en 2002 trepó a los us$11.308,6 en 2013. La deuda externa representaba en 2012 un 13,9% del PIB y las exportaciones (expresadas en miles de dólares) pasaron de us$60.438.650 a us$242.178.054. La Inversión Extranjera Directa (expresada en millones de dólares) dio un salto exponencial desde los us$14.108,1 en 2002 hasta los us$67.541,2 registrados en 2013. La superficie destinada al cultivo de soja (expresada en miles de hectáreas) pasó de 16.365,4 a 24.937,8; es decir sufrió un incremento del orden del 52,4%. En materia energética, la producción de petróleo se incrementó un 41% en el período que abarcan los diez años observados. Finalmente dos indicadores sociales: en relación a la distribución del ingreso se observa una mejora cuando se compara la relación del ingreso medio per cápita del hogar (quintil 5/quintil 1; es decir a cuantos ingresos del 20% más pobre del país equivale el ingreso del 20% más rico) que pasó del 34,4 en 2002 al 22,5 en 2012. Por su parte, la relación de salarios urbanos entre sexos (es decir a qué porcentaje del ingreso de un hombre equivale el ingreso de una mujer) muestra un panorama poco alentador, ya que en diez años sólo pudo incrementarse en 1,5 puntos: de un 78,2% en 2002 a un 79,7% en 2012.
Conclusiones
Como todo análisis acotado, las cifras que se presentan en este artículo son un recorte subjetivo que, personalmente, considero como una muestra representativa y significativa de la economía brasilera durante los gobiernos petistas. Con esto quiero dejar en claro que la lista de los indicadores presentados no pretende abarcar la totalidad de la información disponible, sino una parte de la misma. El lector podrá complementar la información aquí expuesta con más datos si lo considera necesario. Llegado este punto es momento de hacer un balance final: los datos muestran mejoras significativas evidentes en la economía brasilera de los últimos años: el marcado descenso de la pobreza y el desempleo son quizás los pilares sobre los que descansa la nueva economía brasilera. Pero sería un error considerar que ya se ha alcanzado el bienestar total de la población, ya que esta nueva configuración social representa un nuevo desafío para los próximos años. Las familias brasileras han logrado una mejora sustancial en sus niveles de vida en el ámbito de sus hogares; el siguiente –lógico- paso es lograr una mejora similar cuando traspasan la puerta de su casa: fundamentalmente en lo relativo a la seguridad y el transporte. La sociedad ha pasado de una demanda cuantitativa (más escuelas, más hospitales, más trabajo) a una demanda cualitativa (mejores escuelas, mejores hospitales, mejores trabajos). Podríamos decir que esto representa un problema, pero un problema que muchos países quisieran tener. Brasil ha sido y es un país estructuralmente desigual en términos de género y minorías (que muchas veces no son tal, como los negros y mulatos que, según el Censo 2010, representan el 51% de la población) y los datos sociales así lo muestran. Lograr traducir las evidentes mejoras económicas nominales en instrumentos para reducir la desigualdad es quizás el mayor desafío de cara al futuro inmediato que tiene Brasil.
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