jueves, 16 de octubre de 2014

Fuegos de Octubre

Por Gonzalo Chaet (*)

Toda decisión implica una toma de posición. En la vida hay algunas más importantes que otras, las hay cruciales o intrascendentes. También hay decisiones que marcan la vida de las personas. El 16 de octubre de 1968, los Juegos Olímpicos de México vivieron una jornada que quedó marcada en la historia, tras haber finalizado la carrera de los 200 metros, los atletas afroamericanos Tommie Smith y John Carlos, medalla de oro y de bronce respectivamente, subieron al podio sin zapatillas, alzaron su puño envuelto en un guante negro mientras comenzaba a sonar el himno nacional estadounidense. “Mi mano derecha se levantó por el poder de la América negra, la izquierda de Carlos por la unidad de la América negra. Juntas formaron el arco de unión y poder. Mi bufanda negra representó el orgullo negro y nuestras medias negras sin zapatillas a la pobreza negra de la América racista», dijo luego Smith.



La medalla de plata en ese podio le correspondió al australiano Peter Norman, un atleta blanco que subió a buscar su galardón con una placa del Proyecto Olímpico para los Derechos Humanos (OPHR). Los atletas negros amateurs en Estados Unidos habían conformado el OPHR para organizar un boicot afroamericano a los juegos olímpicos de 1968. Su objetivo fue nada menos que exponer cómo Estados Unidos usaba a los atletas negros para proyectar una mentira acerca de las relaciones de raza tanto dentro del poderoso país como internacionalmente. Finalmente decidieron participar, y a Smith y Carlos se les presentó la oportunidad de exponer esta situación ante miles de personas.
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Casi medio siglo después, los conflictos raciales en Estados Unidos otra vez saltaron a la prensa internacional. Esto no es algo aislado, cada tanto aparece la noticia de una muerte por racismo, muchas veces en manos de las policías locales, y el tema se instala nuevamente.
Esta vez el hecho sucedió en agosto pasado en Ferguson (Misuri), pero la protesta se extendió a más de 90 ciudades de 35 estados. El desencadenante fue la muerte de un joven afroamericano de 18 años, Michael Brown, después de ser tiroteado por el oficial de policía Darren Wilsonr. Los enfrentamientos posteriores se hicieron muy violentos, con cientos de heridos y detenidos. En las protestas, la policía mató de nueve disparos a Kajiem Powell, otro afroamericano.

La Agencia EFE plantea algunas claves para entender lo que allí sucedió: “La pequeña ciudad de Ferguson, ubicada en el condado de San Luis, tiene 21.135 habitantes -según el último censo realizado en el 2012- de los cuales alrededor de 15 mil son habitantes afroamericanos. Una proporción que no se ve reflejada en su cuerpo policial, en el que sólo tres de los 53 agentes son negros”.

Las cifras son contundentes: mientras más del 71% de la población son negros, menos del 6% de los afroamericanos pertenecen al cuerpo de policía local.
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Ese día, el 16 de octubre de 1968, la decisión de tres atletas cambió rotundamente el curso de sus vidas.
Smith y Carlos fueron expulsados de la Villa Olímpica y recibieron amenazas de muerte. En una entrevista concedida a El País en 2008, el ganador de la medalla de oro señalaba que “todo cambió para siempre. Recibimos amenazas de muerte, cartas, llamadas... Después de los Juegos Olímpicos, todos mis amigos desaparecieron. Tenían miedo de perder sus amistades blancas y sus puestos de trabajo. Yo tenía 11 récords del mundo, más que cualquier persona en el mundo, y el único trabajo que encontré fue lavando coches en un aparcamiento. Y me echaron porque mi jefe dijo que no quería que nadie trabajara conmigo. No quería que alguien que defendía la igualdad de derechos estuviera en su plantilla. (…) A mis hermanos les echaron del colegio. A otros, en el equipo de fútbol de la universidad, les prohibieron competir por lo que yo hice. (…) Todo eso lo consintió el COI y el comité estadounidense no hizo nada por pararlo”.[i] El tiempo de Smith, 19s86/100, fue récord mundial durante once años.

En aquel entonces, el presidente del Comité Olímpico Internacional, Avery Brundage, consideró que Smith y Carlos habían realizado un gesto de política interna inadecuado para el apolítico foro internacional de los Juegos Olímpicos. Por ello ordenó la suspensión de los atletas del equipo olímpico. Brundage conocía bien la relación entre JJOO y Política, ya que en 1936 siendo presidente del Comité Olímpico estadounidense defendió el derecho de la Alemania nazi a organizar los Juegos. Ese mismo años pasó a formar parte del COI, siendo su vicepresidente de 1946 a 1952 y presidente de 1952 a 1972.
Al australiano Norman no le fue mucho mejor. A pesar de haber logrado los tiempos de calificación en las pruebas de 100 y 200 metros en 1971 para las Olimpiadas de Múnich 1972, el comité seleccionador del equipo olímpico australiano decidió no enviarlo a la pista debido a su comportamiento en los Juegos del '68.

Norman murió de un ataque al corazón el 3 de octubre de 2006 en Melbourne, a la edad de 64 años. Smith y Carlos, fueron dos de los colegas que cargaron el féretro en su funeral. Seis años después de su muerte, el Parlamento Australiano le pidió perdón a la familia de Norman y lo homenajeó por su labor en favor de la igualdad racial.
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En teoría, el racismo se acabó en Estados Unidos hace 50 años. La firma del acta de derechos civiles se realizó en julio de 1964. Esta legislación prohíbe la aplicación desigual de los requisitos de registro de votantes y la segregación racial en las escuelas, bancos de sangre, en el lugar de trabajo y en lugares públicos.
Sin embargo, cinco años después de la llegada de Barack Obama a la presidencia, el primer afroamericano en lograrlo en Estados Unidos, las estadísticas no parecen marcar un avance significativo. En 1970, la tasa de pobreza entre los negros era del 33,6%, la última medición realizada en 2012 señala que ahora es del 35%. Las personas de piel negra, que suman 45 millones en ese país, son el grupo étnico más pobre, con menos acceso a educación, salud pública y trabajo.
Un estudio del Centro Pew, cuyos datos están basados en el censo nacional de 2010, destaca que las familias blancas poseen un nivel de riqueza 20 veces superior al de los afroamericanos. Mientras los primeros tenían para ese año –en promedio– unos 230 millones de dólares en riqueza, los segundos sólo 11 millones.
Más aún, el índice de pobreza entre afroamericanos –el grupo más pobre de todo el país– es tres veces más alto que el de los blancos (29 por ciento contra 9,5 por ciento) mientras que la tasa de desempleo se pasa del doble (11,4 contra 5,3).
Estos datos de los índices de pobreza y desempleo se combinan con las políticas represivas. Así por ejemplo, un reporte de Civil Liberties Union sostiene que en 2012 la policía de Nueva York detuvo sin causa justa a 254.522 afroamericanos (el 55,2 por ciento de todas las detenciones preventivas) frente a 45.000 blancos (solo el 9,7 por ciento).
Finalmente, a  la hora de las sentencias también aparecen este tipo de disparidades: en un reporte del US Sentencing Commission, elaborado en 2011, se resaltaba cómo a los afroamericanos se les imparten condenas un 10 por ciento superiores a las de los blancos por el mismo delito.
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“Toda decisión implica una toma de posición. En la vida hay algunas más importantes que otras, las hay cruciales o intrascendentes. También hay decisiones que marcan la vida de las personas”. Así comenzaba este artículo. Pero, siempre hay un pero, esa afirmación encierra una trampa. No todos tenemos la posibilidad de tomar una decisión. Casi nunca hay igualdad de oportunidades a la hora de decidir.
De acuerdo a cifras del Departamento de Justicia, uno de cada tres afroamericanos en EEUU pasará en algún momento de su vida por la cárcel, mientras que entre los blancos la cifra es de 1 por cada 20.
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Los próximos JJOO serán en Río de Janeiro. Brasil fue sede del último mundial y mientras se disputaba el evento más importante de fútbol mundial, sus calles ardían de bronca y resignación frente a los fastuosos gastos de la organización. ¿Qué pasará en 2016?  Adentro y afuera, estos acontecimientos son deportivos y políticos. Eso lo sabían muy bien Smith, Carlos y Norman en 1968.

(*) Licenciado en Comunicación Social.



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