Estados Unidos necesita recuperar su supremacía mundial. El mundo multipolar permitió el ascenso
de nuevas potencias que se animan a desafiar la hegemonía mundial del otrora amo y señor de los destinos del mundo. Pero, como suele suceder a lo largo de la
historia de la humanidad, los imperios no se dejan vencer y hacen todo lo que
esté a su alcance para sostenerse.
Este es el caso de Estados Unidos
que, si bien sería improcedente afirmar que estamos en la previa a su
disolución como fuerza hegemónica, atraviesa una crisis de liderazgo que se
expresa en la perdida de terreno en materia económica y comercial y en escollos institucionales que impiden algunas intentonas militares.
Estados Unidos sigue siendo la
primera potencia militar del mundo y cuenta con una red de bases militares que
se complementa con operativos de inteligencia que le garantizan llevar a cabo
maniobras para condicionar a muchos países de todos los continentes que aún
siguen bajo su esfera de poder. De todas formas, el avance de China y Rusia,
hace que la estrategia expansionista tenga más adversarios que en otros
momentos de la historia.
Ellos tienen una estrategia
trazada que están dispuestos a cumplir, explícita en varios países del mundo y denominada de manera distinta según cada caso. Lo
que hay que entender es que son parte de un solo objetivo: el dominio
mundial.
Podríamos comenzar el análisis a
partir de la denominada “Primavera árabe” en el año 2011. Las masivas
manifestaciones populares en Egipto y Túnez, forzaron la ida del poder de dos
aliados de la Casa Blanca. Esto provocó una crisis interna que alternó
diferentes etapas, pero que todavía hoy no pudo resolverse internamente. Cabe
recordar que Estados Unidos venía de fracasar rotundamente en las invasiones
militares a Afganistán e Irak, donde se encontró con grandes focos de
resistencia que le generó un costo político y económico (porque la guerra es un
negocio millonario) muy alto. Por eso la era Obama buscó otras formas de
ocupación y muerte, ya no desde las fuerzas armadas estadounidenses sino mediante los denominados “golpes blandos”, donde los brazos ejecutores son
fuerzas militares aliadas como la OTAN o
directamente las fuerzas armadas del país en cuestión junto con las cadenas
internacionales de comunicación.
Volviendo al análisis planteado,
la primavera árabe surge de la movilización espontánea del pueblo egipcio y
tunecino. Contexto que luego es apropiado y usufructuado por Estados Unidos
para cometer crímenes y violar la soberanía de los países. Básicamente, con el
manual de la primavera árabe bajo el brazo, la OTAN invadió Libia y asesinó a
Muhamar Kadafi para instalar un
gobierno de transición que repartió el petróleo libio entre Estados Unidos,
Francia, las monarquías petroleras como Arabia Saudita, Qatar y Barehein y
algunos países que colaboraron desde la OTAN. Claro, la Casa Blanca había
perdido dos aliados fuertes en el norte de África y necesitaba recuperar su influencia en la zona. Ellos tienen el
control de los organismos regionales como la Liga Árabe que, con el pretexto de
la “primavera árabe”, no dudó en
suspender y aislar a Libia para convertirla en presa fácil para el imperio.
La misma receta intentaron
aplicar en Siria, pero no pudieron. La diferencia es que el proyecto político que
gobierna Bashar Al Assad, cuenta con los aliados suficientes para contener y
evitar un golpe de estado en el país árabe. El rol de Rusia y de los países del
eje de la resistencia que conforman Irán, Palestina y el Sur del Líbano a
través del Hezbolah, fueron estratégicos en este nuevo fracaso estadounidense
que tenía como objetivo el gas sirio, especialmente el de la ciudad de Homs, y
la destrucción del gasoducto que conecta medio oriente con Rusia y parte de Europa
occidental. Disfrazada de primavera árabe se muestra la estrategia del gobierno
de Obama para quedarse con las inmensas fuentes de recursos de Medio Oriente y
el Norte de África, pero no es la única.
Otro caso emblemático del último tiempo es la situación en Ucrania. Es
necesario aclarar que no sólo Estados Unidos juega en esta disputa por el liderazgo
mundial. La multipolaridad también pone en evidencia a la Unión Europea, quien
sigue proponiendo para sus países miembros, desde la conducción de Alemania y
la subordinación de Francia, recetas de capitalismo salvaje para los países más
débiles. A la UE no le gusta que existan nuevas potencias como Rusia, China,
India o Brasil, que se fortalezcan desde la producción y se animen a desafiar a
los que ordenaron las reglas de la humanidad después de la segunda guerra
mundial.
En ese sentido se encuadra la
situación en Ucrania, que, en este caso, no es un país con una gran cantidad de
recursos, sino más bien tiene una importancia estratégica, ya sea para
engrosar las filas de la UE, la OTAN y rodear a Rusia, principal adversario de
los europeístas, o permitir la expansión de la influencia de Rusia, que implica acuerdos en tarifas de gas e instalación de productos importados en el comercio
ruso.
En la destitución del presidente
de Ucrania estuvieron involucrados Estados Unidos y la Unión Europea, que
lograron poner un gobierno de transición con obediencia debida. El bastión de
Crimea, y la independencia de éste de Ucrania, promovida por Rusia, es parte de
un conflicto que se agudizará si Estados Unidos y la UE deciden
avanzar en la zona de Europa del este. Es claro que el único perjudicado con
este contexto es la mismísima Ucrania, quien tendrá que pagar los costos
económicos, políticos y sociales de formar parte de un organismo dedicado a sostenerse
mediante el ajuste de los países más pequeños. Un país más para subsidiar la conducción y el
fortalecimiento económico de Alemania. El caso de Ucrania es el típico caso de
golpe blando: Acciones psicológicas, instalación del miedo en la sociedad a
través de los medios, violencia generada por actores foráneos, alteración del
orden público y destitución vía parlamento. Un modus operandi que conocemos del
otro lado del océano.
América Latina conoce de cerca
los llamados golpes institucionales o blandos. Tuvieron éxito en Paraguay y
Honduras, fracasaron en Bolivia, Ecuador y Argentina. En Venezuela, lo
intentaron en 2002 y pudieron durante 48
horas. Ahora, volvieron a la carga. La situación en Venezuela es parte de la
agenda que tiene Estados Unidos para recuperar el terreno perdido. El gobierno,
antes liderado por Hugo Chávez y ahora por Nicolás Maduro, fue la pieza
principal de este nuevo tiempo mundial. Unsaur, Celac, Alba y Petrocaribe fueron iniciativa de la República Bolivariana de Venezuela como también el
fortalecimiento de los lazos con los países del sur del otro lado del mundo y el acercamiento a Rusia y China como principales adversarios de nuestros vecino
del norte.
Estados Unidos necesita terminar
con el chavismo porque sabe que es la primera
ficha de un dominó que terminaría con los procesos de avance en todos los países
de la región. De esta manera podría volver a disciplinar a nuestro continente
en términos económicos, políticos, sociales y culturales. Estos dos años serán
definitorios en ese sentido. Al mismo tiempo impulsan una “alianza regional”
para disputar el sentido de estas nuevas estructuras regionales nacidas al
calor de la integración continental y el cambio de época en América Latina y el
Caribe. La denominada “Alianza del Pacífico”
es el nombre con el que Estados Unidos pretende efectivizar su estrategia para
la región. Es la forma desde donde se disciplinan los países que buscan socios
lejanos y poderosos en lugar de seguir consolidando la unidad regional desde un
bloque contra hegemónico.
Según indicadores
económicos, en 2016, China estaría
desplazando del liderazgo mundial a Estados Unidos. Los norteamericanos lo
saben y harán todo lo que puedan para evitarlo. “Primavera árabe”, “Alianza del
pacífico”, demonización de países democráticos, espionaje, bases militares y
asesinatos a presidentes, son parte de la desesperación de Estados Unidos por
no perder la supremacía mundial. Su hegemonía, después de mucho tiempo, está en
duda, y no se dejarán caer sin hacer todo el ruido que puedan. Pretenden volver
a disciplinar al mundo, el tema, es que el mundo ya no es el mismo.
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